El 3 de mayo de 2015 supuso un antes y un después en el Club Esportiu Sant Gabriel. La nave dirigida por aquel entonces por Antonio Camacho tocó fondo y el primer equipo gabrielista se despedía de la Liga Iberdrola (por aquel entonces Primera División, sin apellido ni patrocinador) tras cinco exitosas campañas en el escalón nacional más alto.
Desde su año del debut en la campaña 2010 – 2011, la trayectoria del Sangra en la élite ha sido toda una declaración de intenciones para dar guerra e incordiar a más de un equipo. De hecho, se estrenaron por la puerta grande y no solo finalizaron la liga en séptima posición sino que se colaron en cuartos de final de la Copa de la Reina, eliminando a todo un Levante en la ronda de octavos. Nos entra un poco de morriña echar la vista atrás para recordar los mejores años de la entidad y compararlo con las luces y sombras que se vivieron D.D (después del descenso).
La adaptación en el regreso a Segunda no fue camaleónica, ni muchísimo menos. La transición en el Ruiz Casado fue un auténtico dolor de cabeza. Una travesía en la que difícilmente se oía y se pronunciaba la palabra regreso. Un cordero con piel de lobo, podríamos decir. Tres entrenadores en las tres primeras campañas y unas modestas novena, séptima y novena posición en los primeros años. Faltaba regularidad. De hecho, entre los descensos que se han producido en las últimas cinco campañas, el Sant Gabriel ha sido uno de los dos equipos que se han mantenido inmóviles en Nacional, junto al Oiartzun.
El curso 2017 – 2018, con el bloque de la generación del 98' asentado en la categoría - tras un año de aclimatación -, maduró y empezó a dar rienda suelta a su potencial. La fórmula de mantener el bloque (Lupe Martínez, Male Martínez, Adriana Manau, Lara Palomino, Laura Chamizo, Alba Sánchez - 97' - o Carla López, entre otras) y confiar en un hombre de la casa como José González empezó a dar sus frutos, juego y resultados. “Cuando inicié esta etapa con el equipo me encontré a un grupo que necesitaba dar un paso al frente. El club ha confiado mucho en esta generación y se debía explorar el potencial de las jugadoras”, expone el técnico adrianense.
Ese mismo año, el equipo se quedó a las puertas del ascenso a Reto Iberdrola pero la etiqueta de competitividad ya empezaba a definir al grupo, tanto colectiva como individualmente. Un años después – la temporada finalizada – misma filosofía, vestuario y objetivo aunque se volvieron a quedar con la miel en los labios, a merced de un RCD Espanyol B que les privó la posición de playoff.
“Es orgullo de club y reto personal aceptar este objetivo de devolver al Sant Gabriel donde merece estar. Estamos hablando de un club referente en Cataluña y España. Sería una lástima que todo el esfuerzo e implicación descomunal de Joan Llandrich (padre del fútbol femenino en el Club) en su día se vaya desmoronando. No es agradable de ver”, añade 'Gonza'.
¿A la tercera irá la vencina? 730 días después del primer desplome al no lograr subir, el Sant Gabriel lo volverá a intentarlo una vez. La confianza del grupo en su entrenador es plena y la espina del ascenso se debe extirpar, porque en el vesturio “sigue en mente el reto de ascender de cara al próximo curso”.