En la –corta, pero potente- historia del fútbol femenino español hay varias jugadoras a las que precede el título de “mítica” antes de su posición. Suele ser una frase que acompaña a jugadoras de primer nivel, que por situación llevan las botas clavadas en la máxima categoría. Pero no siempre es así. Los que llevan años pateando campos de barro saben que hay muchas míticas en lo que era Nacional, que con suerte es hoy Reto (y Primera Nacional). Será difícil ver a la mítica mediocentro de Santander, Silvia Martinez Pinxis sin la camiseta blanquiverde. Son veinte años viendo el mismo gol, ese tiro a 40-45 metros de la portería que circula como un obús hacia el cielo y baja con fuerza hasta clavarse en la red. El tiro de falta con o sin ángulo que la portera mira impertérrita mientras suena el “gol” en la grada. Un tiro lejano de Pinxis es al fútbol lo que un uppercut perfectamente ejecutado al boxeo: de abajo a arriba, con fuerza, directo al mentón, siempre con daño.
Desde pequeña me
fijaba en gente que hacía ese tipo de golpeo, en los desplazamientos en largo,
en los tiros de falta desde lejos o a puerta con la portera o el portero
adelantados. Interpreté que podía convertirlo en una de mis virtudes. Empecé a
entrenarlos desde chiquitina, me
podía tirar horas y horas pegándole al balón con la mayor potencia posible.
También es cierto que tenía personas detrás que me enseñaban a dirigirlos, a
convertir un balón de cuarenta o cincuenta metros en una jugada con peligro, un
pase de gol o mismamente un gol, incluso en un gol olímpico.
El 10 de diciembre de 2017, en Nando Yosu, (Cantabria) empezaba el partido que enfrentaba al Ave Fénix con la UD Llanera –recién devuelta el próximo curso a Nacional-. Un partido siempre correoso para el local a las 12 de la mañana. El equipo asturiano, por la costumbre de las dimensiones de su propio campo, suele desplegar un juego rápido que encierra a sus rivales y no les deja correr como les gustaría. Pinxis lo sabía, no era, ni mucho menos, la primera vez que se enfrentaba a ellas. Al saque, tardó dos segundos en golpear la pelota desde el círculo central. En otros tres, estaba dentro de las mallas. Ese gol fue durante mucho tiempo el más rápido de la historia del fútbol español, hasta que Baby, jugador de la UDA Gramanet repitió el proceso en 3,87 segundos. Simplemente, tardó uno menos en golpear. La fuerza y velocidad fueron las mismas.
No era el primer gol
que marcaba al pitido inicial, ya había marcado uno en las mismas instalaciones
hacía algunos años al Sporting de Gijón, en mi tercera temporada. Aquel partido
era el último o penúltimo de la primera vuelta. Era importante volver a ganar,
llevábamos unas cuantas derrotas importantes, y nos dijeron que era
importantísimo marcar cuanto antes. Al colocar la pelota vi que la portera
estaba muy adelantada. Tenía a Sofía Salas junto al balón y le decía
constantemente: no toques el balón que le voy a pegar, tranquila, vete
alejándote. En cuanto pitó lo tuve claro. No se ve bien en el video, fue muy
rápido, pero tenía claro que la pelota iba a ir dentro.
Dos meses después un vídeo en redes con un gol de Adriana Martín daba la vuelta al mundo. Al comprobar el de Pinxis, subido a las redes por una periodista local, mucha gente se da cuenta de que el de la cántabra es más rápido. David Menayo, de Marca, se hace eco. El vídeo, ahora del gol de Pin, vuelve a hacerse viral. Pero la alegría se desvaneció pronto. Las jugadoras lo son los 90 minutos de un partido, las horas de entrenamiento -incluso las que, como Pinxis, se cuidan las 24 horas al día para llegar a los 35 con la forma física de las de 20 y no desentonar en el rectángulo- pero bajo la camiseta de fútbol queda la piel de la persona. Y eso nunca se deja de serlo. El fútbol pasó a segundo plano: su madre fallecería poco después de que Marca convirtiera aquel gol en noticia, el 23 de febrero de 2017.
Aquella semana jugábamos contra el Depor, mi madre ya llevaba una semana ingresada. Ese partido lo estábamos preparando con mucha dedicación, era un partido vital, el Oviedo y el Depor se jugaban la liga, era muy importante puntuar y quedar terceras. Y no pude viajar. Mi madre empeoró, el miércoles tuve que ausentarme ya de los entrenamientos, y ese mismo fin de semana falleció. Siempre le he dedicado todos mis goles. Venía a verme a los partidos, se colocaba en la misma esquina y yo siempre la miraba a ella la primera nada más marcar. Ahora van al cielo.
Pinxis reconoce que se ha perdido pocos partidos en su trayectoria. Tuvo dos épocas de parón por lesión, tras un choque con Cris Gutiérrez (ex Sporting de Gijón) que le produjo una meseta tibial en 2015 y una lesión de glúteo en 2016. Su larga carrera futbolística ha ido siempre ligada al Racing Féminas, bajo distintos escudos, con distintos nombres, pero siempre la misma institución cántabra, desde su fundación en 2001 como Sociedad Deportiva Reocín, con la que ascendió a Superliga en la temporada 2009/10, o bajo el título de Ave Fénix Racing donde destacó Athenea del Castillo, uno de sus ojitos derechos.
A nivel personal
–dice la atacante del Deportivo Abanca- Pinxis
es como una madre para mí. Me ha enseñado tanto, deportiva y personalmente…
desde bien chiquitina, en cuanto
llegué al club, me iba dando caña. Siempre fue un referente. Desde mi punto de
vista, tiene todos los valores necesarios para ser una gran capitana, sabe
cuándo hay que reír y cuándo se necesita seriedad. Y lo más importante: conoce
la estructura del club y a todas las jugadoras que lo forman, desde las mayores
a las más pequeñas.
Ese conocimiento de la cantera lleva aprehendido un amor
incondicional por el fútbol de base. Estuve
formando a peques varios años, aunque
esta última temporada me la he tenido que tomar sabática para ser más
profesional. Lo que veo reflejado en ellas es todo lo que yo no tuve. Es muy
fácil empatizar, tienen el camino marcado que yo no pude tener: poder jugar al
fútbol sin que nada ni nadie te lo impida. Cuando yo empecé existía una
normativa que me prohibía jugar al fútbol. Y ahora puedo disfrutarlo con niñas
que son como yo, con las que comparto vestuario, con las que puedo hablar de
fútbol. Todo el mundo dice que las futbolistas que llevamos años en esto somos
los espejos en los que ellas se miran, pero se equivocan. Los espejos son
ellas. Ahí nos tenemos que reflejar. Cada día que entreno, que juego, que
disfruto un viaje, me inspiro en ellas para poder salir al campo con la máxima
energía, con la que ellas me generan por lo que no pude tener y que ojalá en un
futuro pueda ser aún mejor para las que vienen. Y si yo se lo puedo dar algo de mí o ayudar en lo que sea para que lo tengan,
seguiré formándome para ello.
A medida que los años pasan, la mayoría de jugadoras adquieren un peso en el vestuario difícil de compensar cuando anuncian su retirada. Son referentes de vida, de ánimo, de esfuerzo, de sacrificio. Son las que pueden contar cómo eran las cosas antes, cómo no deben dejar de ser. El fútbol de hoy se parece poco al que teníamos hace diez, quince, veinte años. Y se parecerá cada vez menos al de dentro de diez, quince, veinte años. Hemos entrado a toda velocidad en una carrera de expansión, de profesionalidad, de horizontes distintos.
La evolución del
fútbol desde que empecé hasta ahora es como pasar de 0 a 100 en un chasquido de
dedos. Hemos pasado de encontrar piedras y piedras a ver los primeros brotes.
Cuando yo empecé y me prohibían jugar con niños… aquello era obsoleto. ¿Qué
mayor ilusión hay para un niño o una niña que poder jugar, que disfrutar de un
deporte juntos? Ver hoy que todo eso por fin se ha roto es una ilusión que
pocos podemos sentir. Tengo la suerte de haberlo vivido todo, de pasar de la
nada a ser profesional, a pesar de los obstáculos. Y, además, en mi carrera he
vivido todo tipo de emociones, no solo jugar o no jugar, descender, ascender,
ir a viajes pagados por nosotras, ir a viajes con todo pagado… Y ahora las
futbolistas lo tienen en su mano para que esto no vuelva atrás, que no deje de crecer. Tienen que saber que cuesta muchísimo poder
llegar ahí. Ojalá tuviera diez años menos y pudiera disfrutar de todo esto.
Pero en un futuro lo disfrutaré de otra manera, estoy segura. Mientras tanto,
como decía Jenni Hermoso en vuestro reportaje del otro día, tenemos que seguir
trabajando para que esto siga creciendo, por si su sobrina se quiere dedicar a
esto mañana, o para todas las que vienen detrás. Por el bien del fútbol
femenino.
¿Y si es su sobrina la que mañana dice “Tía Silvia, quiero ser futbolista?
Sería la persona más
feliz del mundo, pero sé que no, ninguna de las dos lo dirá. No son como yo. Yo
ya soñaba con un balón con dos años. Me pasaba los días con mi vecino que me
sacaba ocho o diez años dándole patadas a la pelota. Con cinco me escapaba al
parque a jugar con niños de doce años, a recibir pelotazos… el fútbol de antes,
el de calle.
Al fútbol de ahora le
falta un poco de ese fútbol callejero. Hay muchas niñas que vienen pisando
fuerte que no han mamado ese fútbol más simple, el paso a paso, el sufrirlo,
llevarlo contigo siempre. Estábamos hablando de Jenni, que es otra futbolista de barrio que
para llegar a lo que es ahora ha tenido que sufrir muchos momentos malos,
aquella situación en el Rayo cuando nadie apostaba y llegaron a ser Campeonas
de Liga, muchas situaciones que en el fútbol humilde han vivido un montón de
jugadoras que se han quedado ahí, que no han podido dar un salto cualitativo,
llegar a ser profesionales.
Ahora todo ha cambiado, de repente y sin aviso. Reto Iberdrola ha aceptado el guante de la profesionalización y los sueldos que se ofertan desde los clubes igualan y en algunos casos superan a los que veíamos el pasado curso en Primera Iberdrola. Se exige a las jugadoras la misma profesionalidad. Incluso en Primera Nacional hay clubes tomándoselo muy en serio. Niñas de dieciséis años se forman en clubes dotados de profesionales que enriquecen su juego y su forma física, pero se saltan una etapa de formación básica: el crecimiento. Salen de cadetes y se convierten en futbolistas profesionales.
Estamos corriendo el
riesgo de convertirlas en juguetes rotos. Hay jugadoras de tipo medio (no
hablamos de las que deslumbran, claro está) que con quince o dieciséis años se
están saltando pasos. En la vida es muy necesario caminar poco a poco y con
firmeza para no estrellarse dentro de unos años. Es como se aprende. Las culpables
no son ellas, por supuesto, es lo que las rodea: representantes, clubes,
intermediarios… lo que ellas quieren es jugar y cuanto más arriba mejor, pero
les llegan ofertas con sueldos altísimos con 17 años, y ese entorno tiene que
ser consecuente con la situación y con los pasos a seguir. Muchas ofertas se
hinchan en verano y se dejan de cobrar en invierno. Saltarse ese camino por
querer correr mucho nos lleva a que en dos o tres años se cansen de
desilusionarse y decidan dejar de jugar. A veces es mejor ir miguita a
miguita y llegar a un mejor futuro y con
mejor actitud.
Reto Iberdrola es una categoría nueva, a la que accedieron los mejores de cada grupo de Nacional. Era una apuesta arriesgada en la que los clubes debían invertir mucho dinero en infraestructura, trabajadores y sobre todo desplazamientos. Dos grupos muy amplios geográficamente, con filiales que han puesto las cosas muy difíciles al resto, y que se ha demostrado que deportivamente era una revolución necesaria que ha dejado clasificaciones mucho más equilibradas que la antigua Categoría Nacional.
Considero que fue un acierto. Hemos recortado un poco ese gran salto que había a la máxima categoría. De Nacional a Primera hay un abismo. Yo lo viví en mis carnes hace diez años, cuando crecíamos poco a poco, y este año también se ha visto en esa primera jornada, el Barça – Tacón fue la prueba de que había que crear algo intermedio. Es verdad que económicamente supone un esfuerzo mayor, y que las cosas hay que hacerlas despacio pensando en futuro. Lleva su tiempo, su adaptación, para que entren patrocinadores, para que se estabilice a competición y se pueda sostener. Nosotras tenemos que poner lo mejor en el campo, pero los clubes y el resto de la liga tienen que ir de la mano con eso. Se ha creado una categoría muy competitiva y hay que mantener el nivel.
A nivel personal, competitividad es la palabra que la define. La busca en la liga, en los entrenamientos con el grupo, y en sus entrenamientos personales. Este aspecto competitivo y su calidad técnica y táctica, según Pinxis, se deben a Pedro Munitis, que fue quien rescató su juego. Munitis llegó en un momento en el que salía de un año muy malo en el que, por motivos personales, y por mis valores, tuve que prescindir de jugar en el club. Fue aparecer él y darme las alas que necesitaba. Siempre le había idolatrado, le veía como un ejemplo de capitán, emblema, líder. Era un referente tanto en su paso por el Racing, el Madrid, el Depor... Pude compartir todo lo que compartimos, porque a día de hoy sigo teniéndole ahí, y aprender sus valores. Me enseñó exactamente eso: que aprendes cada día, que sigues aprendiendo. Me marcó un antes y un después en todos los aspectos, no solo como futbolista, también como persona. Gracias a él he tenido mis mejores años como jugadora. A él y a su cuerpo técnico, que apostaron por mí y me enseñaron a cuidarme como futbolista profesional. Podemos decir que hizo exactamente lo mismo conmigo que con el nombre del equipo: me resurgió de mis cenizas.
Esa experiencia adquirida a lo largo de las temporadas y el constante trabajo dentro y fuera de la disciplina del equipo la han convertido hoy en la jugadora que es, y que destacan los técnicos rivales. Rubén Jiménez, entrenador del Parquesol, es de los que pudieron disfrutar y sufrir a Pinxis en el campo.
Para mí Silvia es una
jugadora de las que todos queremos tener en nuestro equipo. Futbolísticamente
es importantísima, es la base del Racing, la que sostiene la estabilidad. Al
preparar los partidos frente a ellas teníamos claro que había que hacerla estar
pendiente de una marca para intentar que no llegara a tiempo a las coberturas.
¿Por qué?, porque se organiza espacialmente muy bien. Sin ser muy rápida se las
apaña para llegar a todo. Siempre está bien colocada. Y, a parte, tiene ese
desplazamiento largo impresionante, ya no porque te pueda mover la pelota cien
metros, sino porque siempre mete balones muy buenos. Las acciones a balón
parado son suyas porque la confianza que tienen en ella a la hora de poner esos
balones es muy alta.
Pero por encima de
todo está su carácter dentro del campo. Es una jugadora que, si no está, el
equipo se siente inferior. Mantiene al resto alerta, metidas en el partido. Es
la jugadora que todos los entrenadores querríamos tener. Una futbolista que sea
la prolongación del míster en el campo. En el partido de ida frente al Racing
íbamos perdiendo 0-2, se acercó al banquillo y le dijo a su entrenador: ¿te
parece que en vez de estar yo sola en la defensa nos pongamos dos y así me
hacen las ayudas? Sabe leer el partido, las situaciones, lo que necesita el
equipo. Sin ninguna duda, eso es lo que cualquier entrenador querría tener en
el campo.
Toda futbolista tiene una espina clavada en su carrera. La
de Pinxis es la de no haber podido competir más años en Primera División –le tocó
aquella cuestionada y señalada Superliga de dos grupos- Tal vez, también, haber aprovechado la llamada de otro club. Las circunstancias
de entonces no son las de ahora. No es que me arrepienta, pero si esa llamada
hubiera sido ahora me habría atrevido a aceptarla. No teníamos tantos medios,
tantos patrocinadores, esa estabilidad económica para sentir con seguridad que iba a salir bien. Tenía muchas dudas a la hora de embarcarme en otro
proyecto en Primera División.
Sin embargo, Pinxis ha dejado huella en jugadoras que han triunfado en esa máxima categoría, incluso que hoy lo hacen fuera de España. Aprender de las mejores está reservado a unas pocas. Con 21 años, Eli del Estal llegaba a lo que hoy es el Racing Féminas, sin haber jugado nunca al fútbol, tras una vida dedicada al atletismo.
Para mi fue un
referente. Empezar en el fútbol con una persona así, que te sabe transmitir lo
que es el fútbol y lo que se ha luchado hasta el día de hoy fue un ejemplo de
vida. Pin era la que siempre hacía las cosas bien, la que entrenaba de más, la
que llegaba primero, la que lo organizaba todo… y aparte de eso, era muy buena
jugadora. Ella me convirtió en la rematadora que soy hoy. Lo más importante
para una rematadora es un buen centro, y prácticamente todos los goles de
cabeza que he metido en mi carrera han venido de un pase suyo.
Con 35 años –en
octubre, recalca- se va acercando el final de su carrera futbolística. Este parón me ha venido muy bien para pensar
y saber si puedo mantener mi nivel de vida, basado en el fútbol, que para mi no
es solo un deporte, es mucho más. La época en la que dejé de jugar lo pasé
fatal. Este confinamiento ha sido un punto de inflexión y reflexión, de darme
cuenta de que lo que tenga que suceder va a suceder más pronto que tarde. Pero
mi vida siempre estará vinculada al fútbol, aquí o donde sea, teniendo muy
claro que cuando cuelgue las botas quiero formarme y entrenar, transmitir a las
niñas lo que yo siento por el fútbol desde un banquillo.
Será difícil hacer un copia y pega de Pinxis. Tardaremos
años en encontrar un nombre que al solo pronunciarlo lleve detrás la coletilla inexcusable a la que estamos acostumbrados ahora: la mítica mediocentro
del Racing. Cada persona es un mundo,
pero creo que ese espíritu se lo puedo transmitir a las niñas. Cuando algo es
de corazón, cuando algo te ilusiona de esta forma, es fácil contagiarlo. A las
niñas se lo digo siempre. Cuando se ilusionan porque voy a verlas jugar y
piensan “ha venido la capitana del primer equipo a vernos”, no: viene Silvia,
la chica que juega al fútbol igual que tú, que tiene las mismas ilusiones que
tú. Tenemos algo en común que es la pelota. No soy un extraterrestre o alguien
inalcanzable. Soy una jugadora igual que ellas. Y ellas pueden ser igual que yo
mañana si se esfuerzan, si se lo toman en serio y no pierden esa pasión por el
fútbol.
Así sea.