Hay algo especial, una melodía que envuelve las jugadas y los partidos de este grupo de chavalas que ganaron todo con las inferiores de la Selección y que vienen de reventar canteras a talento a consagrarse en Primera Iberdrola. Hay una esperanza velada en ellas, en su fútbol, en su fe inquebrantable, en su estilo marcado, que es capaz de dejarnos ver la luz al final de este túnel que llevamos años transitando en búsqueda de la profesionalización. Es el Efecto 2000. Y esta jornada extraña de la más extraña temporada se han desatado para sacarnos un suspiro y una sonrisa, para hacernos olvidar un rato todo lo que rodea al fútbol femenino español y centrarnos en la confianza de un futuro que ya es presente. Qué años más buenos nos esperan si sabemos esperar.
A Malena Mieres (As Pontes, 2000) es difícil marcarle en jugada, así que al Madrí le bastaron un par de penaltis y a Cardona cazando un rechace para sacar oro ante un equipo peleón que muerde como si tuviera hambre, como se tiene que presionar siempre que sales al prao. Así es como el Eibar se ha hecho con un puesto y un temor del rival en estos primeros partidos. Asllani marcó otra jornada más pero al Madrí le falta aún chispa al mover la pelota y ser letal en el área, que es lo que se espera de un equipo hecho a colección de cromos. La chispa no sabemos lo que va a durar en Valencia, pero la manita que le clavaron al Santa Teresa sirve para coger una bocanada de aire y también para que otra salida de can Barça, Candela Andujar (Barberá del Vallés, 2000), se haga viral con dos golazos.
A la guardería rebelde de la Real se le escapó el partido en los últimos minutos ante un Granadilla que sigue siendo el guerrero de todas las temporadas, sin grandes focos, pero sumando siempre en plazas complicadas, y ya está segundo provisionalmente. Una piensa que no es tan mayor y se ofende cuando un niño en el parque le dice “señora, ¿me pasa la pelota?” pero después se da cuenta de que Nerea Eizagirre (Tolosa, 2000) tiene cara de sobrina que te pide cinco euros para ir al kiosko y lleva ya 100 partidos de txurdi urdin. Y, además, los celebra metiendo un centro que se envenena, golpea en una defensora y entra, mientras a una le duele la rodilla después de salir a comprar el pan y subir las escaleras andando en un arrojo de valentía. El gol que le dio los tres puntos al Granadilla fue un petardazo de Poljak, que no es española, pero también es de la quinta de las nuestras.
Cuando Laia Alexandri (Santa Coloma de Gramanet, 2000) nació, aquel al que seguimos conociendo como El Niño ni siquiera había debutado en el Atlético de Madrid. Esta tarde ella se ponía el brazalete en Alcalá de Henares y él -tal vez- lo veía por televisión. Nos hacemos mayores sin darnos cuenta, pero hay cosas que siguen igual: al Sporting de Huelva le gusta ponerle las cosas difíciles a los grandes temporada tras temporada y le arañó un punto a un Atleti al que le cuestan los partidos y que se mide con un Barça fresco la jornada que viene. En lo personal, me gustó la celebración al pitido final de Chelsea, después de sufrir tantos partidos estuvo sólida y ese grito que acompaña al silbatazo suelta la tensión de demasiados minutos buscando una portería a cero. La prota del partido, Cinta Rodríguez: de noviembre del 99, en Huelva.
El Depor volvió a Riazor buscando aquella noche mágica que vivieron frente al Valencia. Lo hizo con la tristeza que da jugar en un estadio vacío cuando más necesitas el calor de los tuyos. Aguantaron las gallegas los 45 primeros amarrando el marcador, pero Zenatha Coleman abrió la lata y puso el partido cuesta arriba. Athenea (Santander, 2000) metió balones a la olla cuanto pudo, pero nadie los enganchó con acierto a puerta hasta que Stephanie Blanco (Buena Vista, Costa Rica, 2000) cabeceó a la red un córner botado por una Lía (A Coruña, 2000) que echábamos de menos en España y a la que esperamos que Manu dé más minutos hasta que nos tengamos que despedir de ella otra vez para que siga viviendo el sueño americano. El Depor arañó su primer punto, pero en el 94 Raquel Pinel le devolvió a la cruda, dura y triste realidad del casillero vacío. Dolió, como duelen todos los puntos que se le escapan, pero este, por el escenario, por el momento, por la alegría efímera de lograr empatar un rato antes, dolió un poco más.
De los partidos aplazados no hablo, que luego me caen palos a mí como si fuera por ahí escupiendo a las jugadoras y sobornando al juez de competición para que anule todo lo anulable y más. Insisto: léanse todo, no solo lo que les guste leer.